En todas las culturas se pueden encontrar diversos
métodos de limpieza y purificación energética de los lugares y las personas.
En el Feng Shui de la Escuela del Sombrero Negro, la
cual nace de la Escuela de las Formas, se utilizan curas místicas del entorno,
denominadas “yi”, y tratan de incrementar y mejorar el “chi” (energía) de un
lugar, en los aspectos que están detrás de lo físico por medio de la
armonización y reforzamiento del estado energético de las personas y la
meditación. El “yi” es una parte intangible del Feng Shui que está relacionada
con la mente y con aquellas sensaciones que están detrás de nuestras reacciones
con respecto al entorno.
Así como nosotros tenemos un campo áurico que nos
protege (aura), las casas también tienen un aura ectoplásmica, y en este aura
van quedando grabadas todas las experiencias agradables y desagradables
vividas. Por esto generalmente las discusiones en una casa o lugar de trabajo
casi siempre son por lo mismo, es como si tomáramos el tema del archivo, lo
pusiéramos en la mesa para discutirlo por enésima vez, nos enojamos y esta
energía vuelve de nuevo a quedar impregnada en las paredes. Esto puede seguir
ocurriendo por muchísimo tiempo. Por ejemplo si un matrimonio se casa, vive en
un determinado lugar, su relación es conflictiva y termina en la separación,
ellos se van y llega otro matrimonio a vivir y si no se realiza una limpieza
energética, lo más probable es que a ellos les ocurra lo mismo.
Nuestra casa es una representación simbólica de
nosotros mismos y en un sentido más amplio, una prolongación de nuestro yo.
Entonces, cada vez que se hace una limpieza energética, de alguna manera
también se limpia, se despeja la vida de las personas que allí viven. Su casa
puede transformarse en un oasis de paz en el tiempo y en el espacio, que
atraerá el amor y la claridad del universo y a su vez difundirá estas
cualidades por el mundo.
La razón por la cual debemos limpiar los lugares
energéticamente es porque la energía se ensucia, se estanca y esto influye en
la salud y el bienestar de los habitantes de la casa.
Fuente: Ana Mejía
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